PROPÓSITO

PROPÓSITO

El mundo atraviesa una crisis climática antropogénica. Si bien el asunto empezó a llamar la atención de la comunidad científica desde hace más de sesenta años, recién ahora comienza a ocupar lugar en la agenda pública de los medios masivos de comunicación.  

Durante todo ese tiempo, el tipo de mensaje difundido tuvo carácter apocalíptico, de denuncia, de catástrofe que está por venir.  

El encabezado de una nota del sitio web de las Naciones Unidas dice: “Cada año se liberan a la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración”. Imagino a un ciudadano de Buenos Aires yendo del trabajo a su casa en un tren, leyendo esto y no teniendo ni la más mínima idea de a qué se refiere y, mucho menos, de si él puede hacer algo al respecto. De hecho, es muy poco lo que él pueda hacer frente a esa realidad.  

Nuestro proyecto pretende abordar el tema de la crisis climática desde una perspectiva más humana, más cercana a los ciudadanos de una región. “Al final, hay alguien como yo en mi país que hace cosas para frenar la crisis climática.” 

Hay una frase que, de tanto repetirse, queda vacía de contenido. La frase dice que para proteger un lugar, primero hay que conocerlo y aprender a amarlo. Algo parecido sucede con las problemáticas ambientales. De tanto escucharlas, ya dejan de conmovernos. Sólo a modo de ejemplo, el calentamiento global se convirtió en un asunto del que se habla tanto que ya genera acostumbramiento. Además, el relato de esos temas se queda sin recursos: se habló tanto que ya no hay forma de llegar a las audiencias. Y si las audiencias (es decir, la población) no se conmueven, difícilmente pasen a la acción (por ejemplo, reclamen a la clase política que haga algo). 

Por eso, buscar nuevas formas de comunicación podría ser la llave para activar ese compromiso, indispensable para finalmente lograr un cambio. Las historias que se cuentan en esta serie documental presentan diferentes perspectivas acerca de las cuestiones ambientales. Pero hay un momento clave en el que se devela un camino posible. Y es este: cuando la Doctora en Biología Verónica Quiroga reflexiona acerca de que existe una desconexión entre los ambientes naturales y urbanos. Que las personas que viven en las ciudades creen que sus actividades cotidianas en sus ambientes urbanos no tienen nada que ver con los ambiente naturales. Sin embargo, el aire que respiramos o la comida que comemos todos los días, dependen de que los ambientes naturales permanezcan sanos. 

Por eso, invitamos a las audiencias a que vean cada capítulo atentas a lo que tienen para decir estas mujeres.

EL VIAJE Y SUS ETAPAS

A principios de los 80s, un abogado de Buenos Aires se fue a vivir a Puerto Deseado, en el extremo Sur de Santa Cruz (Patagonia Austral). Allí creó una fundación con la que le enseñaba a niños y niñas en edades escolares acerca de los valores naturales y culturales del lugar. Su nombre es Conociendo Nuestra Casa y el principal objetivo es que esos futuros adultos conozcan el lugar en el que viven para que puedan cuidarlo y protegerlo. “Conocer para amar; amar para proteger”, decía Marcos.

Esa idea persigue nuestro proyecto: dar a conocer lugares de Argentina con el fin de que las audiencias puedan conocer, eventualmente viajar y darle valor a esos ambientes.

La forma en que pretendemos transmitir ese contenido es a través de historias de mujeres que trabajan de alguna manera por el ambiente: desde una guardaparque de frontera que persigue cazadores furtivos, pasando por una bióloga que estudia al yaguareté en la zona del Gran Chaco, una coplera y alfarera nacida y criada en los Valles Calchaquíes de Salta que lleva a turistas a caminar la montaña, hasta una docente y militante ambiental especializada en apicultura y agroecología de la Patagonia Norte, y la gerenta de una reserva natural en la zona de Puerto Madryn.

​Por qué es relevante hacerlo

El mundo atraviesa una crisis climática antropogénica. Si bien el asunto empezó a llamar la atención de los científicos desde hace más de sesenta años, recién ahora comienza a ocupar lugar en la agenda pública de los medios masivos de comunicación.

Durante todo este tiempo, el tipo de mensaje difundido tuvo carácter apocalíptico, de denuncia y de catástrofe que está por venir.

El encabezado de una nota en el sitio web de las UN dice: “Cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración.”

Imagino a un ciudadano de Buenos Aires, yendo del trabajo a su casa en un tren, leyendo esto y no teniendo ni la más mínima idea de a qué se refiere y, mucho menos, de si él puede hacer algo al respecto. Que, de hecho, no hay nada que él pueda hacer.

Nuestro proyecto pretende abordar el tema de la crisis climática desde una perspectiva más humana, más cercana a los ciudadanos de una región. “Al final, hay gente como yo que en mi país hace cosas por frenar la crisis climática.”